lunes, 9 de julio de 2012

El Oráculo.

-Él tiene una nueva alma gemela.-dije.
Y al oráculo se le escapó el nombre y con el nombre no pudo evitar darse cuenta que acababa de revelarme lo que tu cobardía impedía. Y no lo digo simplemente porque dijo el nombre de ella, sino porque después me miró nervioso, con esos ojos claros que querían irse, escaparse de mi mirada inquisidora, de lo que había hecho.
Los oráculos dicen la verdad pero saben. Siempre saben más de lo que dicen. Por eso me puse a llorar.
Y me acordé.








Ese jueves, antes de irte traté de incitarte a que no permitas que el futuro se nos caiga en la cabeza. Sí, sí teníamos cabeza y quizás por eso --

Pero después, cuando tu cuerpo se impuso sobre el mío,


desnudo


y tratando de penetrarme:


sentí asco.


Quizás por eso trataba de alejarte,


te empujaba malhumorada,


desesperada también,


no quería tocarte


ni que me toques,


no quería que llegues a mí

de esa manera
ni de ninguna otra,


no quería que entres en mí,

no quería sentir ese cuerpo arriba mío,

casi obligándome a que pasara.







Entonces te levantaste y te fuiste.








De  ésto me acordé cuando el oráculo hizo su  trabajo,
el que yo esperaba que hiciera.
Y entonces lo supe.
Supe por qué no dejé que entres en mí,
supe por qué sentí asco 
cuando tratabas de hacerme el amor.
Por que claro.


El cuerpo también sabe más de lo que dice.






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