lunes, 22 de febrero de 2016

Mirándonos



Me gusta cuando hablás de los ojos.
Me gusta fantasearte en los balcones.
Me gusta cuando me sacás del aburrimiento cotidiano de saber lo que una es entre tanto miedo y tanta sed.
Me gustaría escribir que me gusta mirarte cuando hablás de mirarse.
Me gusta que no sepas que sos el argumento de este relato postergable
y de mis viejos deseos que maquinan desde el vello de mi entrepierna
hasta las moscas en mi oídos.
Me gusta que seas eso que está en las esquinas
y que define el tiempo y el espacio




de eso que a veces yo llamo la excepción.

sábado, 6 de febrero de 2016

Y si...?



Casi al pasar me dejo caer en esa silueta fantasmal y su transgresora vibración que ensordece completamente los poros de mi piel. Mis ojos se entornan, nocturnos, totalmente seducidos por ese enigma que enmudece tus labios y enloquece mis lunares hasta perderme en lo lejano de esta absurdidad.
Nos ahogamos en los abismos pretenciosos de esta duda y sus misterios, que no es más que una palabra tan oscura como la noche, tan deliciosa como el vino, tan sensación como palabra.
Y si nos dejáramos transgredir por esa sensación? Y si decidiéramos estrellarnos en ese abismo indeciblemente cruel y hermoso hasta el límite felino del deseo? Y si te invitara a quedarnos en esas profundidades? Y si jugáramos a deslizarnos desinteresadamente por su palidez? Y si de pronto morimos salvajemente en la caricia prófuga de esta sensación y sus caprichos?

Come de mí -

Esto lo escribo con el fin de pedirte cruda sinceridad, pero no lo vas a leer nunca asi que.
Lo que pasa es que sos raro. Y me dejás pensando. Esto último es lo peor porque me tengo que poner  a estudiar.
Si alguna vez pudiera leer tu mente y tus pensamientos completamente durante uno de nuestros encuentros, lo haría y me haría completamente la boluda y quizás no te querría volver a ver nunca más en la vida. Lo que pasa es que me encanta dejarme confundir por ese vicio tuyo de ser un perverso cortés. Sí sí. Perverso cortés. Un poco y un poco.

Y capaz que ahora tengo esta necesidad por lo del dedo que moviste diferente. Y capaz que sea porque no brindamos en toda la noche.





Cuando me preguntás entre inquisidor primaveral y ególatra empedernido qué es lo que quiero de vos se me ocurren ciento cuatro respuestas.





Pero me quedo callada y miro para el costado.


Temo responder ese tipo de preguntas cuando estoy borracha y digo y digo y digo y vos te das cuenta.
Por eso.
Aparte lo de borracha es casi siempre.


Pero bueno. La verdad es que la que tendría que hacer esa pregunta soy yo. Lo que pasa es que la respuesta sería la respuesta que ya sé. Y admito que hay veces donde necesito saber lo que ya sé una vez más, por las dudas que al fin y al cabo son tu culpa porque vos movés ese dedo de otra manera y a mi cabeza le encanta significar, nominar esos detalles que.
Lo que pasa es que te enojás y te ofendés pero en silencio. Yo me doy cuenta. O después me hacés acordar que te lo pregunté. Casi como una recriminación. Pobre Sofía.
Pero vos estás enfermo y yo te lo dije y tenés la piel verde y a veces con escamas. Y estabas entre los escombros caóticos de las escaleras cuando te hablé de vos y ni te reconociste y dijiste "Pobre."

Entonces la sonrisa que se me dibujó en la cara te ponía un sombrero invisible en la cabeza que decía "boludo."

En fin,  quedate tranquilo que cuando quieras te puedo regalar algunos de estos cariños que son medio verdad y medio mentira.

(Siempre y cuando dejes de hacerme esa pregunta que es más una respuesta que una pregunta).



Cuando lo necesites, yo te regalo media mentira.


Cuando yo era




Me encuentro sorpresivamente, casi como quien no quiere la cosa, fantaseando con la idea de que me leés y de que sabés que te escribo por el simple hecho de la manera que escribo la palabra cliché. La leí en vos e inmediatamente se me hizo costumbre escribirla y mirarla y pensar que queda muy linda, muy burlona, muy graciosa, muy ofensiva o muy soberbia. Y me enamora leerla, no sé si por vos o por ella misma o por ambas cosas.
Lo cierto es que han sabido escribirla de otra manera. Y ahí me entró la duda, sí, primero fue la duda. Después la fantasía. Y ya después una suerte de reflexión que también se acerca bastante a la palabra fantasía y ni te digo a la cliché. ¿Acaso uno no es a veces el rejunte de todo esto? ¿No es, acaso, la forma en que escribimos una palabra, el instante en que entramos en la duda (porque entramos, un poco involuntariamente, otro poco voluntariamente y es difícil salir de la duda, siempre es entretenida, es decir, ella se entretiene con nosotros y juega como mi gato con los hisopos o las banditas elásticas)?¿Acaso uno no es ese intermedio entre la reflexión más consciente que nunca y la fantasía más bella y lo que ello implica?
Ese punto del intermedio y como del después o de la silueta misma de la palabra sinsentido que arrasa justamente en ese intermedio donde uno es y no es.
Donde una es y no es.
Sofía, claro está.
Claro está.
No busquemos por ahí porque nos vamos a terminar enredando con los rulos y un chicle (chicle/cliché) mal educado  como residuo de otra noche perdida en la que es mejor no pensar porque la fantasía es una fantasía, esa verdad de mentiras, como una suerte de premonición a esperar para toda la vida, porque se espera siempre cualquier cosa, desde un reencuentro hasta la muerte misma, valga la redundancia.
Pero no. No. No nos estamos entendiendo.

-Martirio ¿Vos que querés ser cuando seas grande?
-Yo quiero ser una Sofía.