Contradicciones, entre otras.
Martes, cappuccino, diarios, mandalas, libros con tierra, mujeres rengas, ojo izquierdo hinchado, las dos y media de la madrugada.
Nada de lo que dices corresponde a la realidad real, esa donde se siente, donde la piel parece de gallina o el frío es algo más que una tos de invierno.
Nada de lo que dices corresponde.
Asesino a medias.
Hay duelo cuando alguien muere.
Dicen que hay que llorar, que envolverse la nariz en el pañuelo y hacer ruido de vivos sufriendo.
De vez en cuando también dejar escapar un suspiro como de zombie.
Se inventan ojeras y el plato en la mesa está lleno.
La mirada sin mirar y el estómago invisible.
Dicen que la cosa está mal, que el insomnio, que el patetismo.
Me acuerdo cuando era niña en un cuerpo de niña y:
-Es difícil estar en mi zapatos.
-Sí. Pero siempre hay zapatos peores.
Y esa no-niña tenía razón, no quisiera ser la mujer del sueño, la del baño de al lado, esa con la piel y su necesidad masoquista o la otra, la que sale del auto, también ensangrentada sintiendo eso que ambas soñadas conocen y no soportan: la culpa.
Y quizás por eso, la sangre como vidrio, el grito como cuchillo, el accidente como los humanos, los humanos como el abrazo, el abrazo como la tragedia.
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