domingo, 26 de agosto de 2012

Pscicatriz

de una obsesión abierta.













Señor de las Escaleras:

Asumo que 
Me gusta caerme en tus pupilas. 
Perderte en mi memoria molesta.
Matarme en tu discurso.
Alejarte de vos cuando nadie nos ve
y siempre que la noche sea un mientras tanto borracho que promete olvidar.



miércoles, 22 de agosto de 2012

Cuando yo era Sofía

Se reencontraban por las madrugadas para gemir cualquier palabra y amarla el resto de la semana, 
era algo así como la supervivencia lingüística, 
un beso sin amor pero de bocas divinas, 
una sobredosis de inmortalidad para reírse un poco de sí mismos y respirarse más vivos de lo habitual.

Señor de las Escaleras, no me asusta su lengua salvaje. 
No desafíe a una niña como Sofía,
sus juegos son peligro, le encanta dejarse ganar,
su boca no es de confiar, nunca muerde porque sí,
sus lunares son maldición, tiene la piel llena de ojos.
Es peligrosa si sonríe cuando llueve y su inocencia no es misterio, 
es crueldad.


martes, 14 de agosto de 2012

Sofía parada frente a algo

Hay personas que son encuentros.
Hay encuentros que son instantes.
Hay instantes que son sensaciones.
Mi mente suele ser la recopilación silenciosa de esto, como por ejemplo: ése ojo verde en mi cama, el odio desbordado en mis ojos o ésa vez en que vos parado frente a mí y yo frente a vos en un pasillo cualquiera y silencio.
Recuerdo que creí que si te decía algo arruinaría ese momento tan literatura.
¿Qué estarías pensando en ese momento? Y supongo que cuando volteé después de esos minutos donde la sangre latía detrás de esa blancura llena de miedos, seguimos y si de algo estoy segura es que te quedaste pensando lo mismo que yo ¿Qué estarías pensando en ese momento?


Me gusta. Por eso lo miro y estoy así. Parezco quieta. Parezco humana. Pero adentro. En el estómago, por la garganta, en la esquinas de los ojos y hasta la punta de los pies, siento el frenesí de ese algo que está ahí.
Y yo acá.
Y me gusta. Por eso lo miro.
Y así tendría que ser la vida siempre. A veces es siempre así. Pero solamente a veces es siempre. Porque después vienen las explicaciones a envenenar las circunstancias, contaminándolas de razón. Y la razón es tan estúpida porque la necesitamos.
Yo no quiero necesitar. Yo no quiero tener razón.
Vivir es estar parada frente a algo que me gusta, como este pasillo que es un encuentro que es un instante que es una sensación y nada más y nada menos que la vida y yo en frente.
Yo viva, sin ninguna razón.
Yo viva.
Y las explicaciones en el cajón.