lunes, 23 de julio de 2012

Desencantada

No sé. Tengo las cosas claras. No decís, pero querés hacer.
Cuando nos acostamos en la cama sentí la extraña necesidad de contarte lo que había estado soñando desde la noche en que dejamos de sentirnos.
En el sueño de siempre vos venías a hablarme, yo te besaba, yo te decía que hagamos el amor, vos me decías que no porque no sabías y te levantabas y te ibas.
Pero no escuchás. No sabés escuchar. Cuando te contaba el sueño que tanto estuvo rondando por las noches de mi cabeza dormida, esperaba tu interpretación. Pensaste que yo te quería en la cama. Error, mi amor. Te equivocaste. En el sueño vos decías que no, porque en realidad no era la cama lo que podía darte ni lo lo que quería que me dieras. Era fácil. Si me hubieses abrazado. Si tan sólo y solo me hubieses abrazado, yo hubiese obtenido éso que era sentirnos. Pero no. Vos interpretaste lo que vos querías en la realidad despierta y lo que en mi sueño no necesitabas: la cama.

Y de pronto el pasado volvió a repetirse a secas, yo corriendo, huyendo del dolor, como fue y siempre será. No me preguntes por qué me quiero ir, es estúpido.

Me preguntaste por qué estaba ahí, con vos.
Te dije que quería sentirte.
Es decir, seguir alimentando ese placentero y peligroso encanto. Pero.


Me aturde esa sensación asquerosa de encontrar tanta imperfección en vos. E imperfección es la sutileza involuntaria para no decir mierda.
Ese motivo violento te arrebató de mi cabeza.
Yo hablaba de sentirte. Te excitaba mi discurso. Despertó lo peor de vos, esa bestia que encuentro en todos los hombres y es dolor. Era difícil intentar calmar esa necesidad de invasión, nada de mí te deseaba encima mío.
No sabía, es verdad, no estaba segura de por qué estaba adonde estaba.
Más tarde, en el preciso momento en que terminé de relatarte el repetido sueño: supe. Todo. Supe qué querías de mí. Supe qué quería de vos. Supe por qué estaba allí.
Ya era tarde para huír. Tus manos parecían salirse de las sábanas y me agarraban con fuerza, no me escuchaban, sólo querían.
Este motivo tan real, de piel y carne violenta que tanto estuve ansiando,  logró su objetivo.

De vos sólo queda mi desencanto.






No hay comentarios:

Publicar un comentario