viernes, 31 de mayo de 2013

De noche y tan a solas.



Las sombras se reconocen desde lejos, aún cuando el vaho nocturno del deseo parezca confuso.
La noche, nada más que nosotros en ella y ella haciéndonos lo que quiera.
Yo les temo a las sombras, a eso que es y a la vez no se deja ver. Entonces es el mismo miedo de siempre, cuando decimos que cosas quedaron atrás es mentira. Esas cosas siempre son mentiras de noche. Y sí, no le temo al contacto en sí, sino a su efecto, a lo que podría pasar. Aunque en realidad, más le temo a lo que no podría pasar.

Y entonces la sensual estupidez de ahogarse en cualquier placer que la noche disponga, entre flores y cervezas, entre cortesía y barbarie, entre las ambivalencias comunes de cualquier tipo de espera.




Pobre la preciosa dama azul. 

sábado, 18 de mayo de 2013

Yo también estoy en la 18

Cuando de pronto, casi en el mismo momento en que la primer gota sabida se estrella deliberadamente en el asfalto,
el dolor metamorfosea a palabras,
y esta humana metamorfosea efectivamente en ser viva,

entonces.
con el dolor ahí,
en la boca, en la lengua, en la garganta, en la lengua, en la boca, en eso que se tiene que decir porque,
con el porque ahí, tan vívido, tan él,
entonces
en el dolor, desde el dolor, un dolor que absurdamente hace,
el dolor que hace al hacedor que hace dolores,
humanos
que metamorfosean a palabras
que metamorfosean a dolor
y entonces

la llanura se empieza a llenar de pasamanos vertiginosos
                                           de Martirios alucinadas,
                                           de botellas sucias,
                                           de pozos verdes,
                                           de gatos en los techos,
                                           de fríos ambiguos,
                                           de camas con manchas,
                                           de soledades amigas,
                                           de de prontos inconclusos,
                                           de marquitas de escenarios,
                                           de siniestralidades,
                                          de algo más.


Y minutos antes de que se esfume esa luz del cigarrillo, 
que es la única luz de verdad,
concluímos que sí, 
el ser humano está destinado a la grandeza. 
Su vida se resume a la completa e insaciable lucha por alejarse de ella, 
de la locura que son las locuras que son ese indecible algo más que deambula por ahí, envuelto en máscaras y en ojos y en bocas y en palabras y en algo más.