lunes, 29 de octubre de 2012

Amas dejarme a s í

Es un dejavú pelotudo el de reencontrarse con el mismo fantasma una y otra vez.
Aburre.
Bueno.
Sí, ya sé.
Ya sé que te dije que me iba a quedar.



Pero.



No estoy segura de tener algún que otro rincón sangriento en algunas de tus manos donde dejarme caer.
Fue.
Debe ser por la lluvia.




Pero.







Aún así, mentí.
Es decir no. 
Olvidar decir algo es como una mentira de mentiras: si de algo no tengo dudas (y por consiguiente, esto es increíble) es que las promesas están para romperse.
Sí, dejavú. Después de todo te advertí que si te escribo palabras, ellas sí tendrán un lugar en mis manos y en nuestro papel, así como también su por qué (su delicioso por qué).



Mirar a mi gato pelearse con él contra un espejo. Waw. La realidad nos regala metáforas pedorras en cualquier esquina de la casa con lluvia.
Bueno.
Pero mi gato y yo lo sabemos mejor que nadie, nos miramos y lo sabemos: nunca podremos quedarnos en el tejado de la cabeza de nadie. La excepción no existe y es demasiado cursi para nosotros.






Bueno ché. Paremos un poco la pelota.
Disculpá.
Lo que pasa es que últimamente ando demasiado epidérmica.





Qué le vamos a hacer.





lunes, 22 de octubre de 2012

Somos

 reyes inconfundibles del salvajismo de la piel y sus caprichos. 


Habrá que esperar para escuchar sus gritos y dejarse caer  en su felinidad absurda, 
y entonces sí, entonces nos perderemos entre las sábanas azules 
o ahogaremos los pies hasta sangrar y quizás tal vez, 
tal vez la palabra se deje ganar
para
quedarnos
completamente dormidos en ella.

Sólo así, nos veremos.
Solos.



Así.







Prometo no huir esta vez.

viernes, 12 de octubre de 2012

Humanimales



Estaba yo tratando de concentrarme sobre Juan o los tipos que miran fijo desde una tapa de una revista y que son unos idiotas cuando escuché algo.
Ni más ni menos que la puerta. Jugaba con su llave, la mordía con el cerrojo para llamar la atención. Se podía oír el ruido de ella moviéndose sigilosa, queriendo ser humana. Después comenzó a respirar profundamente, estilizada en la cortina que colgaba desde su borde superior.
Un rocanrol a lo lejos. Parece salirse de los zapatos. Los zapatos viejos. 
Quisiera volver 
pero estoy borracha. 

Cuando Yo era Sofía




Una magia extraña persigue últimamente a esta niña. Siempre que tiene un papel cualquiera en la mano y lo lee, alguien imparticular que bordea su existencia indiferentemente, pronuncia exactamente la palabra que está leyendo en ese momento. No, no miento. Le ocurrió con mercado, fuego, Juan, morir, lugar y amarilla. Ella no creía en las casualidades, hasta que sucedieron. Y no es cualquier error de la realidad, es creer y crear en una misma palabra, es un accidente destino-lingüístico, es la oveja negra sobreviviendo al incendio, es sentir el único perfume recordable en el Pasaje Enagüe, es tener un dejavú mientras se sueña, es ver finalmente la luna entre nosotros.