viernes, 21 de septiembre de 2012

Todos los humanos parecen normales de mañana. Ella no.

La calle que serpea.
Sus ojos que no miran.

Pasó la noche en vela, como siempre y no pudo recordar en que momento la lluvia desapareció y el sol volvió a poner las cartas sobre la mesa.
Le quemaba el encierro y la mañana era como una Rayuela exquisita para degustar caminando por donde sabía caminar.
Casi al pasar se topó con un barquito de papel, abandonado entre tanto pasto y tanta tierra y sus ojos anclaron involuntariamente en ese encuentro y su sensación: algo así como una incertidumbre violenta propia de la moral instintiva de una niña y sus improvistos.
Siguió caminando.
Se detuvo un momento.
Siguió caminando.
Cuando ya estaba cerca de su casa decidió volver al parque y devolver ese barquito de papel a cualquier charquito que encontrase y del cual seguramente se había perdido.
Sólo así ella podría devolverse a
la calle que serpea
a su charquito del noveno b
a sus libros de la mesita de luz
a su té con cigarro




a sus ojos que dicen que no miran.













sábado, 15 de septiembre de 2012

Cuando yo era Martirio


Los silencios de Sofía me despiertan a la madrugada.



Me dolía mucho la cabeza cuando logré sentarme en la cama.
Hacía calor pero el agua en la cara se debía a la pesadilla.
Es realmente terrible soñar que cocinás un plato delicioso y que otros son los que lo disfrutan.
Demasiado terrible. Y soñarlo, además de terrible es insoportable.

Recordé que una vez había tenido ganas de escuchar una banda.
En la disquería encontré su nombre.
-Dame el mejor disco de esta banda.-le dije al tipo.
-Bueno nena, supongo que sabrás que ésa respuesta es algo relativa.
-No te preocupes. Es lo que estoy buscando.-mentí. Me encanta mentirle a los idiotas.





lunes, 3 de septiembre de 2012

Cuando yo era Sofía


A Martirio no la queremos.
Nos engañó.
Se mimetizó entre los pliegues de nuestro vestido cuando llorábamos en la ventana y nos enredó las piernas y las pestañas por pura inercia.
Nos enseñó a mentir y desacreditó palabras como discursos.
Es gris y vive en los charcos de agua. No, no es un sapo, no sabe nadar y ella también les teme.
Es la humedad que nos pudre la cabeza y la llena de grietas sin sentidos.
Es el miedo sin corpiños.
Es el diccionario de los muertos.
Es un ogro maloliente y no la queremos.
Es domingo y nada más. En cambio nosotras, vos, Sofía, no conocés los almanaques.
Tiene voz de radio legal, no como la nuestra que viene desde el fondo de la botella de vodka con cigarros y busca metáforas como encendedores.
Nos manipuló todo este tiempo pero ahora ya sabemos, sí, la reconocimos.
Nos invitó a jugar y nos ató a una silla con una soga demasiado real.
No sabemos adónde ir, pero a ella no la vamos a llevar.
Estamos demasiado dormidas, nos anestesió sin caja de Pandora y ya no creemos en ella.
Sabe atar nudos sin dedos y nosotras somos muy torpes con las manos, apenas sabemos mover los pies.
No se aferra a nada, sabe soltar pero no soltarse.
Nos da pena pero ahora estamos enojadas con ella.
No la podemos querer, no es como nosotras, no conoce el deseo. Es una adicta incompetente.
Entonces esperaremos a la luna Sofía, nuestra luna.
Siempre la noche será más cómoda para escapar.






Y volver,
con los cabellos como manos,
con las manos como  libertad.