Me gusta cuando
hablás de los ojos.
Me gusta fantasearte
en los balcones.
Me gusta cuando me
sacás del aburrimiento cotidiano de saber lo que una es entre tanto miedo y
tanta sed.
Me gustaría escribir
que me gusta mirarte cuando hablás de mirarse.
Me gusta que no sepas
que sos el argumento de este relato postergable
y de mis viejos
deseos que maquinan desde el vello de mi entrepierna
hasta las moscas en
mi oídos.
Me gusta que seas eso
que está en las esquinas
y que define el
tiempo y el espacio
de eso que a veces yo llamo la
excepción.
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