sábado, 23 de marzo de 2013

Sofía que sueña


Subía las escaleras con un vestido muy hermoso.
Entre la gente, era única, niña que es y punto. Y la gente, el resto, lo admitía sin preámbulos.
Feliz. Desquiciada. Ebria. Bella. Auténtica. Más bella todavía. Mujer niña. Deseada por completo.
Entonces quien aparecía lentamente entre los escalones eras vos, soberbio y poderoso y admitías como el resto a Sofía entre los restos de eso que no importa porque no es, es decir: la excepción.
Y te ponías celoso, cruel, violento, animal, fuerte, grande y me tomabas del brazo y me llevabas a la rastra hasta abajo de las escaleras.
Entonces por un momento intentaba alejarte de mí y te insultaba de forma indecorosa.
Vos me zamarreabas y te enojabas más todavía hasta que mi inconsciente.
Aparecían de todos lados hombres vestidos como de guerra, completamente armados, con revólveres y armas extraordinarias y protegidos por chalecos antibalas y cascos.
Estos guerreros impiadosos te apuntaban sin trastabillar y vos soberbio y pelotudo y chiquito. Ellos te obligaban a soltarme, a poner las manos arriba, a dejarte solo y ultimaban:
-Tenés sólo un mes para reponerte y decir la verdad. De lo contrario, te asesinaremos.







Exactamente ésas fueron las palabras de mi inconsciente.



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