viernes, 8 de marzo de 2013

Cuando yo era Martirio




Anoche nos volví a llorar y me odié un poco más por eso.




Dejamos de ser Sofía para ser Martirio.
De ser pasión para ser encrucijada. 
De ser niña para ser mancha.




No nos podemos obligar a dormir, ni a escribir ni a hacer el amor. No se puede obligar al placer.
Ahora conmigo está Martirio, justo debajo del lunar del dedo meñique derecho que tanto admira Sofía o en el centro del nódulo que nos dijo esa que es bueno.
Que si duele es bueno.
Fijate vos como hasta el cuerpo se pone a favor tuyo, unen fuerzas en mi contra.
Martirio con su voz de fondo que alcanza mi irresponsabilidad y hechiza mi cabeza hasta lo más espeluznante del jardín de los terribles.
Martirio cruel.
Martirio que sufre porque es tan boluda.
Martirio que apareció el día en que Sofía se cansó, porque una vez Sofía se cansó de ese amor sin amor que la dejó vacía, Sofía sangrante y sola y desencantada de él y por lo tanto de todo lo demás. Sofía entonces sin Sofía.
Y ahora lo que nos hicieron se lo hacemos a él, cadena de favores. Y por eso Martirio.



El cuerpo lleno de ternuras malignas, 
de sombras mortales,
 de incertidumbres esotéricas, 
de rituales destructivos, 
de putas muertas y verdes,
de vacíos enfermos. 

El cuerpo lleno de Martirio.



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