lunes, 12 de noviembre de 2012

Humanimales



Los humanos prometen como si en el año entrante no festejaran su cumpleaños.

Perdón, quizás soy repetitiva.

Pero nadie puede negar que las promesas están para romperse. Lo que se promete necesita ser prometido porque existe una inseguridad irrevocable que tarde o temprano se va a hacer notar. Y Vicky, perdoname, pero esto de las promesas es un terrible fiasco.

Es extraño que un ser efímero y extraño hasta para sí mismo pronuncie palabras como siempre o nunca.



Prefiero el ahora del bar y sus arrebatos, tan dulces, mucho más reales aunque increíbles, pero reales.

El prometedor siente culpa porque algo anda mal y promete. El prometido siente sed de seguridad porque algo anda mal y demanda. Y lo peor es que la cursilería del hecho no les deja ver todo lo que hay detrás.






Yo por ejemplo, una vez tuve ocho años.

Y le prometí a mi muñeca que nunca me separaría de ella.




Y se lo prometí
 justamente después de haber llorado desconsoladamente
 porque le había arrancado la cabeza.





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