La cosa es que en todas las situaciones, se siente como simple y posible y en todas lloro. En algunas me observás llorar, en otras no.
Quizás la posibilidad de verlo y sentirlo posible tenga que ver con la cuestión de que perdí tu encendedor y no me importa. Realmente, no me importa.
Y sin embargo, duele. Y duele tanto que se me nublan los ojos hasta dejar de verlo y sentirlo posible.
Pero precisamente el hecho de que en algún instante lo sienta posible significa nada más y nada menos que en ese poco tiempo en el que estuvimos separados, ignorándonos o mejor dicho, ignorándome aprendí a vivir sin vos. Es decir, te volviste prescindible. Al poco tiempo comprendí que eso es dejar de querer a una persona, es decir, no quererlo como antes. Como antes es algo, no mucho pero es algo. Pesa. Lo único que resta es tratar de no sonreír cada vez que te veo o que me sorprendés apareciendo casualmente por una calle y me invitás a retrasar un poquito más la despedida.
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