jueves, 2 de enero de 2014

Quizás porque



Cada día te espío un poquito más.
Y me río como niña con maldad. (risa de mala mujer, risa que es un murmullo delator, risa como ronroneo aceptable).
Qué vergüenza, Sofía, qué vergüenza.



Ma-qué-sé-yo. Ahora resulta que trato de convencerme de un ojalá que busqué rabiosamente porque estaba aburrida. Ahora ese ojalá no me va a dejar dormir. Ahora ese ojalá me va  hacer llorar. Ahora ese llanto me va a adormecer. No, todavía no, tranquila Mi Querida Inconsolablemente Neurótica, tranquila. Es un ojalá complicado, hay que reconocerlo. Iba a decir algo y me olvidé. Algo que tenía sentido. Mi memoria entonces se llena de sinsentidos, todo lo que importa brilla un instante y se va, no le doy bola. Por eso suelo perderme de manera tan idónea, siempre olvido las direcciones, lo que hay que decir o escribir, vivir sin ojalás.

Ya está, no lo vamos a conseguir. (Ya volvió Martirio a estas palabras, con su sofisticado pesimismo, la queremos tanto como a Glenda)

Y quizás por eso, por Martirio que dice que no lo vamos a conseguir es que nos quedamos todavía acá, cerca tuyo, esperando pero sin esperar.

Ese ojalá es mi justo y nuevo secreto. Jamás te será develado, cosa tan clásica y estúpida como inevitable.







De lo único que se tiene certeza es que ese ojalá te espiará conmigo a partir de ahora, esperando como espera un tigre a punto de atacar a su presa esa palabra que será como una deliciosa libra de carne que no dudaremos en devorar. 
Sí, tomalo como una amenaza. 








No hay comentarios:

Publicar un comentario