viernes, 5 de noviembre de 2010

Cuando yo era Sofía

Sofía y otro bollito de papel

Aparecés y desaparecés que es lo mismo, siempre esa indefinición que te define. Con vos las cosas son así. Son una y otras, son tantas cosas que no son nada. Soy yo malinterpretándote con una expectativa que me regalaste junto con una pulsera que partí en dos como a mi cuerpo. Cobardes los dos, rompiéndonos como si fuéramos reparables o sin importancia: orgullosos. Y vos malinterpretándome, entonces odiándome y mirándome y mirándome y mirándome y después, otra vez odiándome.
También queriéndome, claro. O por lo menos eso es lo que malinterpreto. Y no porque interprete mal, sino porque es precisamente nuestras formas del mal las que interpreto y vos también, vos principalmente malinterpretando mi crueldad, que a lo mejor te lastimaba, pero no tanto como a mí y yo que no me detenía. Ya ves, orgullosos. Haciéndonos daño sin saberlo. O a lo mejor. No sé y vos tampoco porque siempre fue así. Siempre en ese no sé por interpretar donde cabían tantas cosas.
Siempre entre sombras, deformado por mí o por vos o por alguien que no importa o por la majestuosa lámpara de mi cuarto que no funcionaba. No funcionaba y así dejaba entrar la luz por la ventana o por nuestras bocas.
Siempre entre una duda recelosa o la indiferencia boquiabierta que vaya a saber uno si en realidad.
En este lugar donde apareciste pero en realidad no, tenías a un lado la mentira, y del otro lado la verdad. Creo que reías. Yo creía en esa mentira y esa verdad. Vos no, vos te reías.
Yo no. Pero era mi culpa porque qué importa la mentira o la verdad. La cuestión es que esa, no era más que la realidad.
Eras real, y estabas, pero no. Como siempre, estabas, pero no, pero real.
Y yo siempre con vos, pero en otros lados, nunca lo suficientemente.
Otra vez esa presencia tan extraña, tan ausencia. Esa presencia que era muchísimas cosas y un vacío abismal. Abismal. Mirá que palabra.
Dónde estarás. En ese lugar era tan fácil la realidad. Yo me preguntaba dónde estarás e inmediatamente aparecías frente a mí, con tu risa. Yo quería tu risa y la acariciaba, la tocaba, la mordía, le hacía cosquillas, me la ponía de sombrero y vos te reías como loco, conmigo pero sin vos, conmigo pero sin mí.
Ahora tengo los ojos abiertos y  entonces no, acá seguro que no hay risa ni sombreros, o a lo mejor. Y entonces otra vez ese estado de pisar o no el piso, de caer o no en la palabra abismal o en esa absurdidad que supiste brindarme, que tanto me gustó, que tanto disfruté, con la que tanto jugué.
Y vos también.
Pero vos ahora podés reírte. Blanco.
Y yo no y estoy en este ningún lugar tan aburrido, tan noche sin nada, con la oscuridad cagándose de risa en mi estómago que es otro bollito de papel y tiene una mariposa rosa y blanca que compré un día como hoy porque también habías desAPARECIDO y donde me limité a improvisar. Y así los límites se me fueron al carajo. Como en esos días que eran siempre noche y vos estabas.
Vos, eso seguro. En algún lugar. En ese lugar. Y te reís.
Pero yo no. Y te encuentro. En esos lugares donde no estás, yo te encuentro. En esos instantes nocturnos, en esos suspiros descontrolados. Siempre perdiéndonos en una mirada y nada más. Y nada más. Yo con mi caos urbano debajo de una piel con miedos. Vos con miedo de mi piel caótica. Te asustabas. Te enojabas. Te gustaba. No sabíamos nada de nada y punto y coma y media palabra que saqué del vaso de cerveza. El vaso de cerveza. Las palabras a medias.
Siempre la mitad. Siempre caminando sobre el contorno entre dos verdades que no nos importaban.

Yo buscándote para perderte, felizmente desquiciada.
Vos disfrutándome y enojándote conmigo con una sonrisa mentirosa, enojándote con vos por la sonrisa, enojándote con vos por la mentira, enojándote con vos porque te enojás conmigo, sin enojarte.

Así me querías o no. No sé, como siempre.

Pero eso ya pasó. Ya no te encuentro en ese lugar donde te enojás. Te encuentro en otra esquina, cuando cierro los ojos de veradad. En este lugar no estás, y te reís.
Ahora me pierdo en las palabras de las que no tenés ni la más puta idea.

Y todo esto es la realidad que no sé.
Todo esto es el sueño de anoche.
Todo esto somos (aún) nosotros.

Entonces tomo el sueño y lo rompo en pedazos, lo hago un bollito de papel y lo amontono con estas palabras que escondo debajo de mi almohada, junto al nosotros con aún,  junto a la realidad con sus no sé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario