viernes, 17 de junio de 2011

Cuando Yo era Sofía

Sofía levantándose de la cama .


Desconocido. Es inútil tratar de ser la excepción, es una estupidez pensarlo, creerlo. ¿Puedes creerlo? Claro que no puedes, pero yo...
Qué bellos son estos ojos hinchados de noche con lágrimas, de sacarse el alma por una manga empapándose las mejillas. Qué bellos y tristes son los ojos de los ciegos voluntarios, como los de la otra. ¿Qué siento? Que no hay lagartija posible que me saque tanta cabeza. Pero claro que no me entendés cuando la otra y Sofía dicen al mismo tiempo lo que no hay que sentir pero que se siente. Se siente, al mismo tiempo. Porque había que decir, y tantas cosas. Pasó que olvidé que Jude y Sofía eran meros personajes. Simplemente, fue lo que pasó. Meros personajes. Pero tan reales. Y ahora no puedo recordar lo contrario. ¿Lo ves? Yo lo veo. ¿Puedes creerlo? Y lo creo. Ahora y ayer, allá donde se aprende a reír o acá ya sin ganas de llorar, yo les creo. Y vos lo sabés, porque lo único que sabés es lo que me decías cuando decías entre idiotez y vanidad que todo lo que tocás: rompés, y acá estoy juntando los pedazos que voy encontrando en los rincones de la cama mientras me resuena tu risa cuando decías que todo es cuestión de creer. Es decir, de no creer. Porque claro, la única verdad es la verdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario